La industria del comercio electrónico en Estados Unidos se encuentra en estado de alerta máxima ante la intensificación de las tensiones comerciales con China, alimentadas por la reciente escalada de aranceles impulsada por la administración de Donald Trump. Aunque los efectos económicos directos aún no se han consolidado, expertos y actores clave del sector advierten que el impacto «será profundo y duradero«.
El pasado abril, según Marketplace Pulse, los ingresos arancelarios de Estados Unidos alcanzaron un récord histórico, superando los 17.000 millones de dólares, más del doble del promedio mensual registrado en 2024. Sin embargo, según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés), la mayor parte de este incremento proviene de aranceles no relacionados con China, lo que indica que lo peor del choque bilateral aún está por llegar.

Los signos de tensión ya se reflejan en el Puerto de Los Ángeles (California), donde los volúmenes de importación cayeron un 30% en la última semana y un 10% interanual. Aunque se espera un repunte en las próximas dos semanas, el mercado se mantiene en vilo.
A nivel de consumo, compañías como Amazon aún no muestran aumentos generalizados de precios, según datos de CamelCamelCamel, una herramienta de seguimiento de precios, lo que sugiere que esta es la calma previa a una posible tormenta inflacionaria.
«Se avecina un desastre en toda regla en la cadena de suministro«, advierte Steven Borrelli, fundador de Cuts Clothing. Una visión compartida por Aaron Rubin, CEO de ShipHero: «no solo se avecina, es inevitable en este momento«, afirmó con contundencia.
La situación recuerda a la disrupción sin precedentes vivida durante la pandemia de COVID-19, cuando el cierre global en marzo de 2020 provocó más de dos años de caos logístico. Las tarifas de los contenedores superaron entonces los 10.000 dólares durante meses, y no regresaron a niveles estables hasta bien entrado 2022.
En el actual panorama, las empresas que logren anticiparse y reajustar sus cadenas de suministro podrían obtener ventajas competitivas. No obstante, el desacoplamiento acelerado de la dependencia manufacturera china representa un reto monumental. La reubicación en nuevos centros de producción se complica por la incertidumbre sobre futuros aranceles, que no se definirán al menos hasta julio. Por otro lado, repatriar la producción a Estados Unidos, aunque deseado por muchos, enfrenta obstáculos significativos.
Un ejemplo ilustrativo es el de la marca Afina, que realizó una prueba de mercado entre un cabezal de ducha fabricado en Estados Unidos con un precio de 239 dólares y otro producido en Asia por 129 dólares. El resultado fue rotundo: 584 ventas para el producto asiático y ninguna para el fabricado localmente. La sensibilidad al precio sigue pesando más que el patriotismo en las decisiones de compra online.
A nivel político, la situación genera creciente preocupación. Altos ejecutivos de cadenas como Walmart y Target han advertido en privado al expresidente Trump que la continuidad de esta política comercial podría traducirse en estantes vacíos en cuestión de semanas, justo cuando se avecina la temporada alta de consumo.
En este contexto, los analistas prevén un escenario con efectos que podrían extenderse por años, replicando, e incluso superando, las disrupciones que paralizaron al comercio mundial durante la crisis sanitaria global.