En el año 2011 un americano pagó dos pizzas con 10.000 bitcoins. Pocos son los que preveían que hoy esta cryptomoneda cotizaría por encima de los 8.000 dólares y parece que, al margen de los que consideran que las cryptos son una burbuja peor que la de las .com o la inmobiliaria en España, pueden seguir subiendo y no encuentran techo en su escalada.
La digitalización está transformando todos y cada uno de los campos de la actividad económica, y el comercio no podía ser una excepción. Las marcas han visto en sus canales digitales la pasarela directa a los hábitos de consumo de un cliente cada vez más ocupado que prefiere evitar su paso por la tienda física. En tan sólo cinco años, las compras online han aumentado en España un 75%, dato que muestra la democratización del canal web como portal de venta y que alcanza su máximo exponente en fechas como el Black Friday, el digital Monday, el single day chino o la campaña de Navidad. Sin embargo, el e-commerce necesita del cumplimiento de tres requisitos indispensables para su éxito: flexibilidad para mostrar y ofrecer mis productos dónde y cuándo el cliente lo demande, seguridad en el proceso de compra, e inmediatez en la entrega. Amazon, Alibaba, eBay, o las locales Wallapop, Glovo, Ulabox… son múltiples las plataformas de logística y distribución o las apps que nos acercan en un tiempo récord eso que queremos al momento, ese deseo que tenemos que satisfacer aquí y ahora.
En todos ellos ha jugado un papel fundamental la tecnología. Una tecnología que facilita y gestiona la colocación de producto en la web a las marcas, a la vez que asegura la gestión y protección de datos del cliente. Precisamente ha sido la implementación de altos estándares de seguridad los que han contribuido, en mayor medida, a romper la barrera de confianza que los consumidores detectaban a la hora de realizar una compra vía online. Pasarelas de pago seguras, gestión de los datos del consumidor previa y posterior a la compra, avisándole tanto de nuevos descuentos como realizando la correspondiente encuesta de satisfacción.
En el caso de las pasarelas de pago, las entidades financieras han tenido que realizar grandes esfuerzos en este terreno transformándose digitalmente –acuñado actualmente como fintech– para volverse más seguras, y poder disfrutar así de soluciones como el pago a través de smartphones, la realización de transferencias instantáneas desde dispositivos electrónicos, o la utilización de monedas digitales. Por tanto, el blockchain ha llegado para revolucionar, un poquito más si cabe, el comercio online, permitiendo comprar a golpe de click sin miedo, con transparencia, desde donde queramos y de forma ágil y segura. Y, lo más importante, evitando actividades fraudulentas o falsificaciones haciendo un mal uso de nuestros datos personales.
Además, los procesos de conversión digital internos que afrontan las compañías también han supuesto el empujón definitivo al comercio electrónico. Uno de los sectores en los que estos procesos son más patentes es el retail, en el que la gestión automatizada del almacén con datos en tiempo real es fundamental para la optimización de su stock y su adaptación a una demanda sometida a continuas fluctuaciones.
Muy unido a este campo de la gestión del stock se encuentran los nuevos procesos logísticos implementados para recoger la mercancía en el centro de almacenamiento y/o distribución y llevarla adecuadamente al domicilio del consumidor en el menor tiempo posible. Una vez más se requiere de una gran flexibilidad para adaptarse a los tiempos de entrega, sin que los picos de demanda dificulten el plazo acordado con el cliente, consiguiendo que un helado, llegue a casa del cliente, helado. Para ello se necesita de una tecnología que habilite un canal permanente de comunicación entre la central y los transportistas, así como la máxima optimización de rutas y adecuación de los medios de transporte.
De esta manera, podemos hablar del comercio electrónico como punta del iceberg de la transformación digital, y de cómo ésta está transformando las relaciones entre empresas y consumidores a todos los niveles. Es decir, hemos comenzado a creernos aquello de la transformación digital que oíamos hace años cuando lo hemos visto patente en actos tan simples y cercanos, pero a la vez tan complejos desde el punto de visto técnico, como comprarnos un fitbit en internet o hacer la compra del mes en el supermercado online.
Si, además, tenemos un token y pagamos nuestras compras con bitcoins o etherums, entonces es que somos, como dirían en la última película de Tadeo Jones, un Total Pro de la digitalización.