Si un servidor fuera matemático, una de mis pretensiones sería axiomatizar el factor clima como un elemento fundamental en el devenir de los mercados financieros. ¿Acaso no salimos más cuando llega el buen tiempo? ¿Acaso media Europa no viene de vacaciones o tiene una residencia en las soleadas costas españolas?
La llegada del buen tiempo, unida a un proceso electoral que siempre deja una falsa sensación de euforia y todo-va-bienismo reforzará la confianza del consumidor, tan lastrada durante los últimos meses a base de subidas en los tipos, precio del combustible, alimentos, etc.
Al reinante inicio del buen tiempo, hay que añadir un giro inesperado en el alza de precios experimentado en los últimos meses: el retroceso en el precio del barril ya hasta nos sorprende cada vez que vamos a repostar, situándose en los 75 dólares el precio del brent. Mientras, algunos analistas especulan con una posible caída hasta los 50 dólares por barril; algo que no se veía desde hace más de 10 años. Otro factor que propicia un ambiente favorable al consumidor es la tasa cambista: el precio del euro frente al dólar se ha revalorizado en los últimos meses, lo que favorece al viejo continente a la hora de la compra de crudo en los mercados internacionales.
El Banco Central Europeo también ayuda, y el hecho de no escuchar noticias sobre nuevas subidas alimenta al mercado. Con los tipos ahora mismo en 3,75 (experimentando la menor subida de este ciclo; 0,25%) los economistas del BCE creen que están a punto de lograr su objetivo a medio plazo de situar la inflación en el 2% gracias al descenso en los precios de la energía. De hecho, ahora se proyecta un alza de precios del 5,3% para 2023 (frente al 6,3% en el pasado diciembre), del 2,9% para 2024 (frente al 3,4%) y del 2,1% en 2025 (antes, un 2,3%).
Turismo. Otro capítulo es la recuperación del turismo con respecto a prepandemia. En términos absolutos, aún estamos lejos de las cifras registradas en 2019, pero las perspectivas son muy optimistas. En los tres primeros meses de 2023, España recibió la visita de 13,7 millones de turistas internacionales, un 41,2% más que en el mismo periodo de 2022. Entre enero y marzo, el gasto total de este turismo fue de 17.201 MM€, lo que supone un incremento del 44,7% respecto al mismo periodo de 2022, según datos del INE. Y a todo este turismo, sumar los guarismos del turismo de interior, que desde la pandemia se ha convertido en el motor de nuestro sector turístico.
Esto nos lleva irremediablemente a un mes de junio que será excelente para el consumo y especialmente a un verano donde el turismo se verá extraordinariamente beneficiado por un mayor gasto tanto global como diario. Pero no hay que bajar los brazos. El avance del PIB perderá vigor a partir del verano, que es cuando se visibilizará con más contundencia el impacto contractivo de la política monetaria y de las tensiones financieras. Esto explica que el crecimiento del PIB previsto para el conjunto del año presente contrastes en su perfil temporal: tras el repunte de los dos primeros trimestres, se espera una desaceleración en el resto del año a medida que la restricción del crédito –un proceso que ya empieza a percibirse– enfría la demanda. Esta ralentización se trasladará a 2024, motivando un recorte de la previsión de crecimiento para ese año hasta el 1,4% (cuatro décimas menos que en enero). La inversión se mantendrá como principal impulsor de la actividad, especialmente en su vertiente de bienes de equipo y productos de la actividad intelectual. Sin embargo, el consumo público se ralentizará en consonancia con el giro previsible de la política fiscal. El consumo privado, por su parte, se incrementará moderadamente, en línea con la subida de la renta disponible de los hogares en términos reales que se espera gracias al retroceso de la inflación. El sector exterior, por su parte, seguirá aportando crecimiento gracias al posicionamiento competitivo de las empresas españolas. En resumen: let’s keep rowing.